Casi inadvertidamente fue cobrando importancia la cuestión de la inmigración
masiva (legal unas veces, ilegal otras) en nuestro país. La prensa comenzó a
informar sobre incidentes relativos a inmigrantes, muchos de ellos latino-
americanos pero sobre todo magrebíes y centroafricanos. Pronto se vio que era
enorme la cantidad de los que llegaban al territorio español, bien para que-
darse en él o para cruzarlo con destino a otros países de europeos.
Inicialmente esta migración había sido fomentada por los poderes económicos
de esta sociedad para procurarse mano de obra de barata y contribuir aún más
al abaratamiento de los salarios. En otras fronteras del mundo industrializado
estaban y están teniendo lugar similares desplazamientos de población. De
África y de Oriente pasaron muchos inmigrantes a Europa occidental a través
de Turquía, Rusia y otros países de Europa oriental. También, tras la caída del
«Telón de Acero», emigraron a los países de la
C.E.E.
bastantes personas pro-
cedentes de lo que había sido el bloque socialista, y en este caso no se trataba
sólo de mano de obra no cualificada sino también, y sobre todo, muchos téc-
nicos y profesionales competentes. También es de sobra conocida la corriente
migratoria que se produce hacia los
EE.UU.
a través de la frontera de ese país
con Méjico. Y aunque es menos conocida, no es menos importante la que se
produce en Asia hacia las zonas de la costa Este del Pacifico donde se concen-
tran las industrias y las inversiones: Taiwán, Hong-Kong...
Con frecuencia, las noticias que se tienen sobre este fenómeno vienen adere-
zadas por los incidentes y hechos lamentables que lo acompañan. Un día nos
enteramos de que varias decenas de mejicanos que intentaban entrar ilegal-
mente en los
EE.UU.
murieron asfixiados en el vagón en el que venían porque
alguien, quizá el mismo que les cobró por esconderlos allí, obstruyó intencio-
nadamente el único agujero por el que recibían el aire. Otro día una sirvienta
dominicana es asesinada a tiros en nuestro país por una banda fascista. En este
caso se produjo una reacción popular y una concienciación sobre la problema-
tica de los inmigrantes, pero por desgracia no siempre ocurre así. Son bastante
frecuentes los casos de apaleamiento de africanos y otros actos similares de
racismo. Y eso ocurre en un país como España que fue siempre una tierra que
produjo e
m
igrantes
. E
n otros lugares las cosas pueden llegar a ser mucho peor;
en
A
le
m
ania llegaron a ocurrir casos espeluznantes co
m
o el incendio cri
m
inal de
una vivienda de inmigrantes turcos con un saldo de una treintena de muertos.
E
n general
,
y sin llegar a esos casos de violencia asesina
,
la situacn de los in
m
i
-
grantes está caracterizada por las vejaciones
,
la
m
arginación social
,
la carencia de
derechos políticos y aún hu
m
anos, las condiciones precarias de vida que deben
llevar, con bajísimos salarios -cuando los tienen- y habitando la mayoría de
las veces en hacinamientos de chabolas sin ningún tipo de confort ni higiene.
S
i los in
m
igrantes legales y con carta de trabajo deben desenvolverse en esas con-
diciones precarias
,
la situacn es
m
ucho
m
ás angustiosa para los extranjeros que
consiguen llegar aquí sin ningún tipo de per
m
iso ni docu
m
ento
. P
ues la cuestión
es que este asunto de la in
m
igracn procedente del
«T
ercer
M
undo
»
se ha descon-
trolado
,
se le ha ido de las manos a sus promotores. La cantidad de personas
que emprendió su desplazamiento a estas latitudes llegó a ser, con mucho, su-
perior a la capacidad de absorción de esta sociedad. No olvidemos que actual-
mente el paro creció y sigue creciendo en este mundo industrializado.
Pues bien, el caso es que a pesar del cierre de las fronteras a esta inmigración,
sigue viniendo e intentando venir una masa creciente de desesperados que no
ven un horizonte de futuro en sus lugares de origen. Vienen del norte de Áfri-
ca y algunos incluso de países centroafricanos tras pasar enormes penalidades
para llegar a embarcarse en pateras, pequeños barcos de mafias especializadas
en este tráfico ilegal de personas, teniendo que pagar una suma elevada por
ese peligroso viaje en el que algunos pierden la vida. Los que llegan corren el
riesgo de que la policía descubra su arribada ilegal.
Últimamente aumentó bastante la cantidad de tales embarcaciones intercepta-
das por la policía. En las últimas semanas del pasado mes de agosto casi dia-
riamente informó la prensa sobre partidas de inmigrantes africanos detenidos
al arribar ilegalmente a las costas del sur de España. Sólo el día 16 de agosto
fueron capturados 103 magrebíes llegados a bordo de cuatro pateras, y un par
de días más tarde fueron detenidos otros 52 que intentaban introducirse en el
territorio español por el mismo método. Fueron más de 1500 los que fueron
detenidos a lo largo de este verano. Los que son capturados son luego devuel-
tos a sus lugares de origen, a veces utilizando procedimientos que dejan bas-
tante malparados los derechos humanos.
E
n todo caso se esti
m
a que son
m
uchos
m
ás los in
m
igrantes clandestinos que no son
detectados a su llegada y que luego per
m
anecen ilegal
m
ente en
E
spaña y en otros
pses europeos
. S
e calcula que lo en nuestro país hay unos
50.000
in
m
igrantes
cuya situación no está regularizada
. A
l no tener trabajo
, m
uchos de ellos quedan a
expensas de las
m
afias a las que deben el dinero de su pasaje
,
que los utilizan para
la co
m
isión de actos delictivos co
m
o tráfico de drogas y asuntos por estilo.
Y como trasfondo de esta situación permanece el hecho de la atracción por la
emigración a los países de la C.E.E. y demás zonas opulentas del mundo que
sigue operando sobre gran parte de la población de casi todo el continente
africano y de otras zonas depauperadas de nuestro planeta. Esta realidad, a la
que hasta ahora no se le prestó toda la atención que merecía, constituye un
dato más para la evaluación del tipo de mundo que se está formando: un mun-
do ingobernable, caótico, demencial... Alguien llegó a comparar la gran mi-
gración descontrolada que se está produciendo con la llamada «invasión de los
barbaros» que en el siglo V de nuestra era desestabilizó irremediablemente la
sociedad del imperio romano occidental.
No es fácil prever si serán de ese tipo o de otro las consecuencias de los ac-
tuales movimientos demográficos. Lo que sí se puede asegurar es que la causa
de lo que ocurre hoy, como entonces, es el fruto de un gran desequilibrio. Co-
mo marxistas, debemos aplicamos a investigar el origen de los problemas so-
ciales, con el fin, claro está, de buscarles solución.
Las causas de la convulsión migratoria que padece nuestro atormentado mun-
do tienen su origen en el gran desequilibrio existente en el desarrollo econó
m
ico
-
industrial entre las diversas zonas del planeta. El sistema capitalista produjo
en su fase imperialista la miseria que afecta a dos terceras partes de la pobla-
ción mundial. El despegue del mundo industrializado se basó en la explota-
ción de los recursos naturales de los países atrasados. Nuestro país esquilmó
durante siglos de colonialismo a América Latina y en el último siglo también
a algunos países africanos. Actualmente, la forma en la que se produce la ges-
tión económica agrava la situación de los parias de la Tierra.
Sin cesar se incrementan las desigualdades en el reparto de las rentas de la
producción. En las últimas décadas se han empobrecido más de 1000 millones
de personas residentes en las zonas deprimidas y desindustrializadas del mun-
do. En 70 países de África, América Latina, Europa Oriental, Asia... los ingre-
sos medios disminuyeron drásticamente durante la última década. Actualmen-
te hay casi 800 millones de personas sin trabajo en el mundo, localizadas en
gran parte en las áreas citadas. No es extraño que esas masas humanas bus-
quen salida en otras zonas más privilegiadas. Es imposible detener el empuje
de esa muchedumbre que reclama su derecho a vivir.
La solución a esta situación demencial pasa por la aplicación a escala mundial
de un esquema de desarrollo equilibrado en armonía con la naturaleza y en
condiciones de igualdad y solidaridad entre todos los pueblos. Todo lo con-
trario de lo que significa este sistema capitalista depredador e irracional.
Septiembre de 1996